La Falta de Voluntad
La falta de voluntad es un valor primordial en cualquier relación. Se define como la falta de dedicación y compromiso por parte de uno o ambos integrantes de la pareja. Esta escasez se manifiesta en la ausencia de intención para abordar los problemas, buscar soluciones y trabajar en conjunto hacia un crecimiento mutuo.
Componentes de la Voluntad:
1. Compromiso y Dedicación: Ambos miembros deben estar dispuestos a invertir tiempo y esfuerzo en la relación, lo que exige una entrega que va más allá de lo superficial. Esto implica comprometerse y priorizar la relación en su vida diaria, además de ser conscientes de cómo sus acciones afectan a su pareja.
2. Capacidad de Cambio: Esto va más allá de cambiar rutinas; se trata de un cambio profundo en actitudes que han demostrado ser perjudiciales para la convivencia. Estar dispuesto a reflexionar sobre uno mismo y modificar hábitos dañinos es esencial para la evolución de la relación.
3. Tolerancia Correctiva vs. Intolerancia a la frustración: La primera es la capacidad de una persona para manejar errores o situaciones negativas, e implica escuchar y encontrar soluciones efectivas para los problemas de la relación; mientras que la segunda, la intolerancia a la frustración se caracteriza por una dificultad para aceptar errores, fracasos o situaciones adversas, lo que puede llevar a reacciones emocionales intensas, como ira, tristeza o ansiedad, y a evitar situaciones que puedan generar frustración permitiendo que estas dificultades persistan sin buscar una resolución. La tolerancia correctiva exige un diálogo que facilite la negociación y el entendimiento.
Una vez conocidos los componentes de la falta de voluntad es importante resaltar que titubear en cualquiera de ellos puede convertirse en un obstáculo significativo en las relaciones de pareja, afectando la comunicación, la confianza y el crecimiento mutuo. Reconocer la falta de disposición en alguna de ellos puede ser el primer paso para solucionar y redirigir la relación hacia un camino más positivo.
Un aspecto clave en la falta de buena voluntad es la incapacidad de llegar a acuerdos concretos. Para que una pareja funcione, ambos deben estar dispuestos a establecer compromisos que sean claros y objetivos. Estos acuerdos no deben ser imposiciones, donde uno cede sin estar del todo convencido. Esto podría provocar una sensación de pérdida y descontento en la relación, donde una parte siente que se ha rendido, en lugar de que se haya trabajado en conjunto. Por tanto, en lugar de forzar a la otra persona a aceptar un acuerdo, es preferible fomentar un diálogo abierto donde se compartan opiniones y se llegue a una conclusión satisfactoria para ambos.
Por otro lado, es fundamental que en la relación ambos sientan que son «ganadores». Cuando uno de los miembros de la pareja se siente en desventaja, la comunicación se ve comprometida y el diálogo se convierte en un ejercicio vacío. Ceder en ciertas situaciones para el bien de la relación puede ser un signo de madurez, siempre y cuando se haga desde un lugar de respeto y no de resignación. Aquí entra en juego la empatía, que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y tratar de entender su punto de vista, incluso si no se coincide con él.
La falta de voluntad puede ser el resultado de una comunicación deficiente, donde ambos hablan, pero nadie escucha. Este comportamiento crea un ciclo vicioso en el que cada persona intenta tener la última palabra o demostrar su superioridad, en lugar de buscar una solución conjunta. Esta dinámica, donde ninguno está dispuesto a escuchar, lo único que consigue es provocar un bloqueo en la comunicación. Es crucial entender que la comunicación en una relación de pareja no se trata solo de hablar, sino también de escuchar y estar abierto a las inquietudes del otro. Cuando no existe una escucha activa la falta de buena voluntad puede hacer que una o ambas partes eviten abordar temas importantes, llevando a una acumulación de resentimientos y malentendidos. Aquellos que carecen de esta disposición a dialogar a menudo tienen una visión egoísta que prioriza su propia perspectiva sobre la del otro, lo que genera un ambiente de tensión.
Además, cuando una persona siente una atracción o un rechazo hacia su pareja, esta emoción puede influir directamente en su disposición para escuchar y participar activamente en la conversación. Si hay resquemor o desconfianza, las discusiones se convierten en batallas en las que nadie sale realmente victorioso.
Por todo esto, trabajar en la voluntad es esencial para lograr una comunicación efectiva en la pareja. Reconocer las barriadas que levantan los reproches y las frustraciones, y estar dispuestos a solucionarlas con una actitud abierta y comprensiva, facilitará la creación de un entorno en el que ambas partes se sientan valoradas y escuchadas. Sin esta buena voluntad, las relaciones pueden truncarse, convirtiendo los desacuerdos en fuentes de conflicto en lugar de oportunidades para el crecimiento y la comprensión mutua.
Ejercicio Práctico: «Construyendo el Puente de la Voluntad»
Bienvenidos a uno de los ejercicios más importantes de nuestro viaje. Hemos hablado de comunicación, de reciprocidad, de afecto… pero nada de eso puede sostenerse sin el material que lo une todo: la voluntad.
Imaginen que la voluntad es el acero y el hormigón con los que se construye y repara el puente que los conecta. Si el material es débil, si falta dedicación (compromiso), si es demasiado rígido (incapacidad de cambio) o si se quiebra ante la primera tormenta (intolerancia a la frustración), el puente se vuelve intransitable.
Este ejercicio está diseñado en tres fases. Primero, cada uno inspeccionará su propio lado del puente (la reflexión individual). Luego, se encontrarán en el centro para hablar sobre el estado de la estructura (el diálogo guiado). Y finalmente, colocarán juntos la primera viga de refuerzo (el acuerdo concreto).
Fase 1: El Autodiagnóstico Honesto (15 minutos)
Tómense 15 minutos para responder a estas preguntas por separado y en silencio. La honestidad radical con uno mismo es el primer acto de voluntad. Estas respuestas son, por ahora, solo para ustedes.
1. Sobre el Compromiso y la Dedicación:
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En una escala del 1 al 10 (donde 1 es «ningún esfuerzo» y 10 es «mi máxima prioridad»), ¿cuánto tiempo y energía siento honestamente que estoy invirtiendo yo en mejorar nuestra relación esta semana?
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¿Qué acción concreta he realizado en los últimos días que demuestre que priorizo nuestro «nosotros» por encima de mi «yo»?
2. Sobre la Capacidad de Cambio:
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Identifica una actitud o un hábito mío (ej: mi impaciencia, mi tendencia a mirar el móvil mientras hablamos, mi forma de criticar) que sé que es perjudicial para nuestra convivencia.
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En una escala del 1 al 10, ¿cuál es mi disposición real a trabajar activamente para cambiar ese hábito específico, aunque me resulte incómodo?
3. Sobre la Tolerancia Correctiva vs. la Intolerancia a la Frustración:
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Piensa en nuestro último desacuerdo o problema. ¿Cuál fue mi primera reacción interna?
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A) Sentir la frustración, pero enfocarme en la necesidad de hablar y encontrar una solución (Tolerancia Correctiva).
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B) Sentir una intensa ira o ansiedad y desear evitar la conversación o «ganarla» a toda costa (Intolerancia a la Frustración).
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4. Sobre la Escucha y la Empatía:
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En esa misma discusión, ¿qué porcentaje de mi energía mental dediqué a formular mi siguiente argumento y qué porcentaje dediqué a intentar entender de verdad por qué mi pareja se sentía así, aunque yo no estuviera de acuerdo? (Ej: 80% argumentar / 20% entender).
Fase 2: El Diálogo Constructivo – Cruzando el Puente (20-30 minutos)
Ahora, siéntense uno frente al otro. Van a compartir vuestras reflexiones. Para evitar caer en el ciclo de «hablar sin escuchar», usarán una estructura.
Instrucciones:
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Turno 1 (El «Yo»): Por turnos, cada uno compartirá sus reflexiones de la Fase 1. La regla de oro es hablar únicamente de uno mismo. No digan «Tú no te comprometes», sino «Me he dado cuenta de que mi nivel de compromiso esta semana ha sido un 4». El que escucha, no interrumpe, no se defiende. Su única tarea es escuchar y, al final, puede decir: «Gracias por compartirlo».
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Turno 2 (El «Nosotros»): Después de que ambos hayan compartido su autodiagnóstico, vuelvan a tomar la palabra por turnos para responder a esta pregunta: «Al escucharte y al ver mis propias respuestas, me doy cuenta de que la barrera principal para nuestra voluntad como equipo es…» (Ej: «…que ambos nos frustramos rápido y abandonamos la conversación», «…que yo no estoy siendo empático», «…que no estamos priorizando el tiempo para nosotros»).
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Turno 3 (La Petición Empática): Para terminar, cada uno hará una petición al otro, basada en lo aprendido. Usen la fórmula que ya conocemos: «Cuando [descripción del problema], yo me siento [emoción]. Lo que necesitaría de ti es [petición concreta]».
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Ejemplo: «Cuando surge un problema y nos quedamos en silencio por horas, yo me siento abandonada y ansiosa. Lo que necesitaría de ti es que, aunque estés enfadado, puedas decirme ‘necesito un momento, pero hablaremos de esto más tarde'».
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Fase 3: El Acuerdo Concreto «Ganar-Ganar» (10 minutos)
Una conversación sin acción es un ejercicio vacío. La voluntad se demuestra en los hechos. Basado en la conversación anterior, vuestra tarea final es crear un único acuerdo concreto, pequeño y realizable para la próxima semana.
Características del Acuerdo:
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Debe ser un «Ganar-Ganar»: Ambos deben sentir que el acuerdo beneficia a la relación. No es una imposición donde uno «cede» y el otro «gana». Si uno siente que pierde, el acuerdo no es válido.
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Debe ser Específico y Medible: No vale «vamos a comunicarnos mejor». Sí vale «El jueves a las 21:00, vamos a sentarnos 15 minutos sin móviles para planificar el fin de semana, asegurando que ambos tengamos un espacio para nuestras aficiones».
Vuestra Tarea:
Negocien y escriban juntos vuestro acuerdo para los próximos 7 días. Pónganlo en un lugar visible (la puerta de la nevera, un espejo) como un recordatorio de vuestro compromiso.
Conclusión del Ejercicio
Lo que acaban de hacer es un acto de voluntad en sí mismo. Han pasado de la frustración a la reflexión, de la reflexión al diálogo, y del diálogo a la acción. La voluntad no es un estado mágico que se tiene o no se tiene; es un músculo que se entrena. Con este pequeño acuerdo, acaban de hacer la primera repetición. El verdadero trabajo y la verdadera esperanza radican en seguir entrenando, un acuerdo constructivo a la vez.
¡Enhorabuena por este paso!. ¡Vayamos al siguiente!